De las muchas noches que David Altuve me dio cobijo en su casa, recuerdo especialmente una de 1999. Sentados en la extrecha vereda de su barrio, fumábamos y bebíamos café mientras esperábamos la mañana. Cuando ésta comenzó a llegar, notamos que, en esa época del año, el sol se levanta detrás de un cerro que no atinamos a definir (¿Pan de Azúcar?). Todavía reinaba la noche en las casas que cubrían el cerro y las luces aún permanecían encendidas. Detrás, el resplandor del sol. Entonces le dije: "Parece que alguien le hubiera abierto huequitos al cerro con el dedo y que la luz se estuviera colando por ellos". La siguiente vez que nos vimos me regalo este poema.
Siempre creí que eran luces
de casas pobres
del barrio
pero esa noche
cierta y perfecta
conjurada
que eran huecos
horadados por ella
para que amaneciera
más temprano
David Altuve
Bella y sutil imagen,puedo imaginar ese paisaje, esos huequitos, y el maravilloso clima tequense...que tanto extraño.
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