Bautizo del libro "Bolero como recurso final"

–o de cómo Pésima Pórnot presenta el libro de Pablo Molina– 

(En escena, un vestido blanco expuesto al modo de los aparadores con una estola de plumas rojas encima; a los pies del vestido: unas medias de nylon blancas con venas rojas y un par de zapatos, también blancos. Entra Krístel Guirado trajeada solo con una toalla de baño y unas dos o tres pantaletas rojas en las manos). 

Cuando yo conocí a Pablo todavía era una muchacha que vivía de hacer y sentir el teatro. Na’guará… El cuerpo de Pablo de la Cruz antojose de nacer en Lara, y digo que fue un capricho de la carne porque su alma hacía mucho que ya vagaba por las calles, otrora apiedradas, de Cabimas … Cuentan los cabimeros que vos podéis encontrarla, su alma, ebria de ritmo y oraciones en el vaivén que San Benito traza de una a otra iglesia los 28 de diciembre … La voz de la mujer que perturba amablemente el corazón de Pablo en estos días dice que el alma y el cuerpo del poeta se encontraron en Coro … Yo no lo creo, pero la voz de la mujer es dulce como su andar y eso parece que embriaga, para mi felicidad, al poeta y por eso, y solo por eso, voy a dar por verdades todo lo que salga de la boca de esa señora… Mucho tuvo que andar Pablo para dar con su espíritu… de eso sí estoy absolutamente segura… Pablo llegó a San Pedro de los Altos, caminó a un costado de la plaza para sentir el rumor del río, sacó de entre unas líneas borroneadas una piedra acorazonada y filosa y le preguntó al primer parroquiano que se le atravesó dónde podía encontrar al guerrero dueño de la lanza … Sin cansancio, sin fatiga, con viento de sobra para sus pulmones, cosa rara en ese tiempo, llegó Pablo al Topo de la Mostaza … Allí estaba Pablo sentado entre las ruinas … “Haz esperado mucho” –dijo Pablo– “No tanto, como vos” –respondió Pablo– “Me dijeron que debía mostrarte esto” “Umm … parece un mineral doloroso, mejor lo ocultamos en el nicho de hojas donde no falta la dicha por lo dicho”… “No quiero” –replicó Pablo con fuerza– “Es mía, esa piedra es mía, yo la encontré camino al bar, yo la elegí entre muchas piedras, la he llevado de rocola en rocola, la he perdido en las altas horas de la madrugada, la he puteado hasta querer olvidarla y entonces ella aparece cada mañana. Cuando me levanto, siento una pequeña pero honda punzadita en el bolsillo izquierdo de mi guayabera, y entonces sé que ella está allí, porque solo ella es el filo de la palabra donde es posible cantar la ausencia, ella es el amor, ella me duele como nada como todo y no voy a dártela” … Pablo se levantó, lo vio (yo no recuerdo bien si fue con rabia, con pena o con desdén, pero Oswaldo jura, por este puñao de cruces, que fue con soberbia) … repito, Pablo se levantó, lo vio y le dijo: “¡Entonces jódete!”. Así descendió Pablo Molina a cantar Los Teques, enamorado de una mujer, en cuerpo, alma y espíritu, loca y perdidamente enamorado de una mujer. 

(Oswaldo Antonio González lee el poema “Sociego”, mientras Krístel se pone una de las pantaletas). 

Diría la negrita Lourdes, para darle continuación al tema, “Por eso a todos, Pablo nos sacaba la piedra”. 
Bueno, les decía que yo conocí a Pablo cuando todavía hacía teatro. En el año 1992, yo empecé a ir y venir, como San Benito, de la vida de Oswaldo a la vida y de la vida a la vida de Oswaldo. Oswaldo siempre me decía “Guirado, usted debería conocer a Molina”; sin embargo, no fue hasta un día de mayo de 1996 que Oswaldo me confirmó el esperado encuentro: “Esta tarde vas a conocer al poeta”. ¡Válgame Dios! Y les juro que yo sólo pensé en una cosa, en la misma que pensé hoy, en la misma que intento recrearles: ¿Cómo me visto? ¿Qué me pongo? Dios, Dios… Vaga y precisa, a un mismo tiempo, es esa tarde en mis recuerdos. Nos íbamos a encontrar en el bulevar Lamas… ese que está al lado de la iglesia matriz de Los Teques, frente a la plaza Bolívar de una esquina… Yo entré al bulevar por el lado que daba al Bar “La Moderna” y Pablo era una sombra al final del bulevar, una sombra que estaba parada al lado del Culo de la Madre, una sombra que descendió las primeras escaleras del bulevar, una sombra que se hizo paso entre los jugadores de ajedrez del Makana y luego descendió las segundas escaleras para hacerse voz: “¡Alabado sea el señor, eres tú, tienes que ser tú… vamos, vamos a tomarnos una cervecita en la Oficina ¿Quieres?”… El niño que llora y la mamá que lo pellizca… y aquí estoy … en un intento cursi de hablarles de Pablo desde un teatro… un intento cursi de contarles lo incontable… 

(Oswaldo lee el poema “El final de un despecho”, mientras Krístel se quita la toalla de baño y se echa a los hombros la estola de plumas). 

Oswaldo nos presentó como suele Oswaldo presentar a las personas: “Guirado, él es el poeta Pablo Molina que estudió en la Escuela de Letras”. “Pablo, perdón… poeta… ella es La Guirado, que estudia en la Escuela de Letras”. “No seas necio, Oswaldo (risotada de pablo)… ya lo entiendo todo Guirado, ¿te puedo decir Guirado?” “Claro” “Guirado, yo tengo cinco años soportando a este sujeto. ¡Cómo si no me bastara con mi despecho, entonces tengo que cargar con el de él! Guirado … Guirado … yo escribí algo Guirado, espero que no te molestes y si te molestas me sabe a culo, yo te lo voy a leer”. Para ese momento ya no recuerdo en cuál calle neblinada de Los Teques estábamos ni qué extraño licor nos resguardaba la piel. El poema tenía fecha 27 de noviembre de 1992 y no pude evitar sonrojarme al saberme descubierta cuatro años antes, desnuda y febril ante la palabra de Pablo. 

(Oswaldo lee el poema “En el día del atentado canta un actor”, mientras Krístel se pone las medias de nylon con venas rojas). 

Cada vez que voy a encontrarme con Pablo pienso lo mismo: “¿Qué me pongo?”. Y es que la vida con Pablo ha sido una aventura. Una no sabe nunca dónde va a parar, así que una nunca sabe cómo se debe vestir. Si les contara mi vida con Pablo, nos faltaría noche para escucharla. En principio y como hecho fundamental en mi existencia, en compañía de Pablo yo conocí todos los bares de Los Teques; en compañía de Pablo yo aprendí el nombre de cada calle de la ciudad, los caminos secretos que llevan a un mismo recoveco, a un mismo vericueto; fue Pablo quien me llevó a beber a las 11 de la mañana frente al Tadeus; fue Pablo quien me habló de un tiempo anterior a mi tiempo y más allá de ése en la Escuela de Letras; a la par de sus cuentos, camino a diario los pasillos de la casa que vence las sombras y siempre que me detengo en Tierra de Nadie lo escucho decir: “Ella llegó y desde que la vi venir supe que ya no había escapatoria para mí en esta segunda vuelta”. Una tarde, subiendo para Laguneta, Pablo me cantó la estrofa más perfecta del desencuentro:
Fuimos nubes que el tiempo apartó, 
fuimos piedras que siempre chocaron, 
gotas del agua que el sol resecó, 
borrachera que no terminamos. 
Sí, Pablo me presentó deseables e indeseables: personas, lugares, situaciones, obras… pero si algo hizo Pablo importante fue llevarme al Portal de las Morochas. Bueno, eso también me llevaría mucho tiempo contarlo, así que prefiero que escuchen el poema.

(Oswaldo lee el poema “El portal de las morochas”, mientras Krístel se pone los zapatos). 

La historia de este libro, para mí, comienza en el Infierno de la calle Rocio y la historia de este libro, para mí, atada a la historia personal de quienes vivimos en Los Teques, no termina en el rastro de tinta sobre el papel. Leonardo Viva Marchena habla de una voz, de la voz que Pablo tiene en este libro y yo la escucho, ciertamente, igual que él, aunque nos atemos al mástil de la nave a la sombra de un hotel de mala muerte. Entonces, Pablo dice que el libro nos gusta porque el libro es el libro necesario. Pero yo te digo, Pablo, que el libro bajó contigo del Topo de la Mostaza, escondido en el bolsillo izquierdo de tu guayabera, punzando el tono de todas tus imágenes para hacerse verso de todo cuanto te fue dado nombrar. De todos tus libros, Pablo, es Bolero como recurso final el que te da el privilegio de ser el poeta de Los Teques. En sus páginas encontramos la trampa sepia de la memoria y solo así recobramos el instante eucarístico del tiempo, la euforia de lo perdido. De todos tus libros, Pablo, es Bolero como recurso final el que desciende hasta la difícil tarea de cantar los lugares comunes del amor y es Bolero como recurso final el libro que regresa de ese abismo, convertido en piedra, sí, pero piedra filosa que insistimos en cantar y cantar y cantar. De todos tus libros, es Bolero como recurso final el libro que no te pertenece, es el libro de tu amada y tus amadas, de la mujer y de las mujeres. ¡Alabado sea el señor, que con soberbia nos cantaste, nos tocaste, nos metiste mano hasta convertir en ceniza la costilla! Nos nombraste de nuevo con el verbo conjurado de tu creación y ya no tenemos nostalgia de ninguna fruta, de ningún edén, de ninguna voz acechando en el paraíso. Finalmente, de todos tus libros Pablo, de entre los muchos libros de otros poetas, es Bolero como recurso final el libro que te vence a ti mismo, el libro en el que Pablo, en cuerpo y alma le dice a su espíritu: “¿Qué me joda? ¡Jódete vos, cabrón! Yo soy Pablo y me fue dado el destino de todas las miserias. Años camine hacia el infierno de la calle Rocio, solo y con hambre, sin aliento y solo, pero al amor nunca dije que no; mía es la piedra que encontré en Babel para nombrar de nuevo al pueblo y sus mujeres, mi dolor y tu desamparo; mía es la piedra que parece un mineral doloroso y no voy a ocultarla en el nicho de hojas donde no falta la dicha por lo dicho, voy a cantarla y putearla y cantarla de nuevo hasta quedar sin voz”. 

(Oswaldo lee el poema “Las baladas no son buenas para el despecho”, mientras Krístel se pone el vestido). 

Cuando te conocí, Pablo, todavía era una muchacha que vivía de hacer y sentir el teatro. Así que esa tarde, aun mismo tiempo vaga y precisa en mi memoria, decidí ponerme un vestido negro, diminuto, y unas medias negras con encaje a la rodilla y arrastre el desparpajo de mi risa hasta el sitio de conocerte y te hice espectador del almizcle y el performance de mis ebriedades… Durante años, he querido repetir la función, pero está visto que en la nostalgia no hay regreso posible. Hoy vuelvo a vestirme pata ti, Pablo, pero de blanco, porque esta vez quiero permanecer a tu lado sin el fandango de otros tiempos, quiero quedarme serena al cobijo amoroso de tus poemas… 

(Oswaldo y Krístel rinden honores al poeta, dan las gracias al público, saludan y se van).

EL BESO - Fotografías de Leonardo Vivas Marchena

Rosana envió su texto La Cándida Eréndira Bar y atizó estas ganas de regresar al tiempo irresponsable de la creación y el exceso. Entre coros y caras, Rosana recordó la exposición "El Beso" que Leonardo Vivas Marchena (Leíto) presentó en el marco de una celebración del Día del Amor y la Amistad. Bendito entre otros días de nuestra historia de azares y batallas ganadas contra la burocracia, ese 14 de febrero de 1997 cayó viernes, como decimos en estas latitudes.

El recién nombrado presidente del entonces IACEM (Instituto Autónomo de Cultura del Estado Miranda), mi amigo José Rodríguez "El enano", me retó a presentar una celebración que le ganara a la suya en calidad, asistencia y disfrute. Para esta competencia, él podía contar con la Sala Emma Soler y presupuesto para cancelar el equipo técnico, los honorarios de sus invitados y la publicidad; en cambio, yo sólo podía contar con mis amigos. Acepté la apuesta inmediatamente. ¿En qué reposaba mi absoluta seguridad? En que la lealtad, la grandeza, la creatividad y la solidaridad de mis amigos no tienen par ni en este ni en ningún mundo posible.

Lo demás, Rosana lo contó mejor que yo. Creo que Laureano Márquez y Nancy Toro no supieron nunca las razones de su escaso público. Nosotros, mis amigos y yo, insuflados de espíritu caribeño, cercamos los espacios de la Emma Soler, no con una sino con tres actividades. La historia cuenta que, doce años después, quienes asistieron a celebrar ese día con nosotros todavía atesoran, oculto en una gaveta, en un diario o en un album de fotos, el poema de amor o divorcio que le compraron por 5 Bs a Rosana y al Osuna. Otros, los habitantes de la nocturnidad, todavía soñamos con comprar "La oficina" y convertirlo en un bar que lleve por nombre La Cándida Eréndira, donde yo pueda despachar cerveza helada y destapar mi risa sin recato, un bar con rockola, manteles plásticos de cuadrito, ceniceros de aluminio de colores, un florerito de vidrio con una rosa plástica en agua naranja carmencita y el clima entrando hasta neblinar la silueta de Gioconda Parra, su voz y sus gestos, seducción que habita mitológica en la memoria y que es motivo de nuestra añoranza cada día.

Como una constelación, primer eslabón en una serie de acontecimientos que nos hizo protagonistas de años únicos e irrepetibles en la historia cultural de Los Teques, la exposición fotográfica de Leíto nos recibía a la entrada del Complejo Cultural y nos eclipsaba en la inocencia de ese universal del amor y la amistad que es la boca buscando el territorio del otro para expresarle todo lo que la palabra no puede. Debo repetir algo, no había presupuesto o lo que es decir, no había rollos, papel fotográfico, revelado, montaje, museografía… pero allí estaban, para asombro y felicidad de todo el que tuvo ojos para ver y tiempo para vivir. Veinte fotos colgaban desde lo alto del lobby de la Sala Emma Soler y en caída libre cubrían a sus anchas el espacio, en cálida de bienvenida a la actividad de El enano. Todos añoran la exposición, pero de lo que ocurrió puertas adentro del teatro nadie atesora ni un recuerdo. Como sus casas y su clima, así fueron, así son y así serán los habitantes de estas tierras altas: cálidos en tiempo de invierno, frescos en tiempo de sequía… aún declarada la guerra, cultivan el don de dar cobijo a quien lo requiera… pero si tan solo intentas burlarte de los signos que inscriben en sus piedras son terribles y titánicos hasta devorarlo todo a su paso.

Doce años después, casi trece, el texto de Rosana me llevó a buscar una de estas fotos para ilustrarlo. Me encontré con el inconveniente de que no todas las fotografías estaban en manos de su creador. Entonces inicié la cruzada de la recuperación. Ya he conseguido 12 fotos y continúo en la pesquisa de las que faltan. Si alguno de los lectores conoce su paradero, por favor, no dude en avisarme. Mientras, disfrutemos una vez más de “El beso”.

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FELICIDAD COMPARTIDA


La noticia me llegó gracias al Boletín Semanal de Ficción Breve. Allí leí Joven guariqueña ganadora por Venezuela del concurso Terminemos el cuento. Como buena villacurana, vecina del gran estado llanero, sentí una primera oleada de orgullo nacional-regionalista y me dispuse a conocer el nombre de nuestra joven escritora: Valeria Montilla. Entonces, la marea del amor me llevó hasta esos recuerdos que atesoramos en el espacio preciado de la memoria. Apenas un patio separaba mi casa materna de la casa donde se mudaron Jeroh Juan Montilla y Tibisay Vargas Rojas. Muchas tardes de buen te, buena tertulia, buena lectura son ahora nostalgia en mi cotidianidad de tránsito y concreto. La silueta de Tibisay tomando las formas de la madre tierra y aquella enormidad de varona viniendo al mundo para la felicidad de mis amigos y de todos los que tuvimos la suerte de vivir a su lado aquellos primeros días de la creación y el advenimiento. Ahora abro un correo y te encuentro allí, Valeria, con tus alas desplegadas, remontando el universo de la palabra hechizada y el orgullo se hace pequeño para atesorar este sentimiento que me embriaga por tu triunfo. ¡Salud, Valeria! ¡Salud, Tibisay! ¡Salud, Jeroh!


Reproduzo para todos la noticia publicada en Boletín Semanal de Ficción Breve:
Joven guariqueña ganadora por Venezuela del concurso Terminemos el cuento. Valeria Montilla (San Juan de los Morros, 1993), es el nombre de la joven narradora que resultó ganadora, por Venezuela, del concurso Terminenmos el cuento, patrocinado por la Unión Latina, el cual giró en esta edición en torno al cuento El Botero de don Claudio, del chileno Jorge Edwards. El final de Montilla fue seleccionado por un jurado conformado por miembros de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello y el representante de Unión Latina en Venezuela.
Todos los cuentos seleccionados fueron publicados en un libro editado por Unión Latina. Los nombre de estos escritores por orden de aparición en el texto son: Juan Ignacio Riveros Silvestro (Bolivia), Casandra Danae Dittus Inostroza (Chile), Juan Pablo Mojica Forero (Colombia), María Fernanda Rodríguez Oreamuno (Costa Rica), Jammerys Arrebola Sánchez (Cuba), Julio Santiago Guerrero Kesselman (Ecuador), Raquel Silva León (España), Bryan Fernando Ramírez Turcios (Honduras), Cristina Raquel Murillo Tibbet (Panamá), Sandra Aline Giesbrecht Bogado (Paraguay), Jelitza Abadía Bailarín (Perú), Melissa Altagracia Sánchez Ramírez (República Dominicana), Mathías Porras Ferré (Uruguay), Valeria Tibisay Montilla Vargas (Venezuela) y Salvador Pelayo (Estados Unidos).
Todos recibieron un certificado que los acredita como ganadores del concurso en la edición 2009 y el boleto aéreo correspondiente al viaje cultural a España que patrocinan la Unión Latina, el Ministerio de Educación, Política Social y Deporte de ese país y la Secretaría General Iberoamericana, el cual se hizo efectivo durante los primeros días del mes de noviembre.
El cuento ganador puede leerse en: Vientos del Sur Editores

OLIVEROS EN FACEBOOK

Acabo de abrir mi facebook y encontré en la página de inicio que a Juan Carlos Herrera le había gustado la publicación que Ricardo Ramírez Requena. En sus notas (también de facebook), Ricardo publicó tres poemas de Alejandro Oliveros. Aquí les traigo dos para el deleite de todos:

Generosidad del cuerpo
El cuerpo es el más generoso
de los seres. Nos acoge
a diario entre sus pliegues
cálidos. Nos protege de las lluvias
en mayo y de los ventarrones
en enero. No cede cuando
la sequía arremete contra
vegas y cañaverales.
Al regreso del sueño, el cuerpo
está siempre allí, a nuestro
lado. Sentimos que nos cubre,
como el cielo cubre la tarde.
Es una carreta nuestro
cuerpo. Cada mañana nos lleva
al trabajo y, con paciencia,
espera para el retorno. Nada
exige nuestro cuerpo. Acaso
una taza de humeante sopa
y un mendrugo de pan en la mañana.

Cuando el cuerpo habla
He observado cuerpos en las posturas
más extremas. Desde el decúbito desnudo
del paisaje esplendoroso, largo y adormecido,
hasta la contorsión hueca y dolorosa.

A unos los he tenido en mis manos,
a otros, al alcance de un suspiro.
Los he acariciado con mis manos
y los he compadecido con los ojos.

De tanto observar y tocar, puedo decir
que no se comunican con facilidad los cuerpos.
Les resulta arduo ponerse de acuerdo.
De pronto, parecen haber perdido

la capacidad de hablar. Y cuando hablan
no se entienden. Se dicen cosas, es cierto,
pero son palabras que no aparecen
en los diccionarios. Entonces,

los cuerpos sufren y se ocultan.
Pueden pasar años el uno junto al otro,
sin cruzar verbos ni adjetivos,
limitados al roce en penumbras y la fatiga sudorosa.

Cuando el cuerpo habla es necesario
hacer silencio, suspender la vanidad
y cubrirse de miel para que los sonidos
sean más claros. Para que la piel aprenda

la vainilla de las vocales, sienta
la canela de los pronombres
y el monosílabo se extienda por los pliegues
y llanuras del cuerpo esplendoroso.

Cuando el cuerpo habla, en las posturas
más extremas, en Pompeya, en una sala
de operaciones o en la habitación del hotel
más simple, hay que acercarse y escuchar.

Alejandro Oliveros
(Del libro Poemas del cuerpo y otros)

FERIA INTERNACIONAL DEL LIBRO DE VENEZUELA


Conoce la Filven

     La Feria Internacional del Libro de Venezuela (Filven), es organizada cada año por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura, a partir de noviembre de 2005, como consecución de la anterior Feria del Libro de Caracas, que se celebró en 10 ediciones.
     Filven se ha convertido en una referencia significativa dentro del catálogo de ferias editoriales del continente y de esta manera se erige como un espacio que propicia el encuentro entre escritores, lectores, críticos, editores y distribuidores, al tiempo que muestra los avances en las políticas editoriales de inclusión que impulsa el Gobierno Bolivariano.
     En esta quinta edición, la Filven 2009 se realizará en el Parque Los Caobos Luis Mariano Rivera, lugar propicio para realizar el mayor evento de las letras del país, dedicado a la promoción de la lectura, herramienta de liberación y emancipación de la conciencia.

     Las anteriores ediciones de la Feria Internacional del Libro de Venezuela ha rendido tributo a grandes escritores venezolanos como Ramón Palomares, Laura Antillano, Stefania Mosca, y en 2009, rinde tributo al filósofo y ensayista apureño José Manuel Briceño Guerrero.

Pulsa para ver Grilla FILVEN

¡SALUD CEJOTA!

Hoy nos dejó un amigo, Carlos Martínez "Cejota", visitante asiduo de mi barra en los tiempos del amanecer y el frenesí. Cometa mío, asciende como los de tu pincel a las alturas de El Vigía y desde allí danos la bienvenida al pueblo; asciende papalote al más no sé para que tus colores nos dibujen las tardes en lo sucesivo. Anda, principe de los papagayos, despréndete de todas las vestiduras, las blancas, las moradas, y camina desnudo y eterno entre nosotros, recio y perfumado como la madera que feliz te obedecía.Se queda conmigo tu sonrisa y en esta hora te canto y te celebro y brindo a la salud de tu hasta siempre.


Para todos, uno de sus típicos trabajos, sagrado e irreverente, como sólo Cejota podía serlo. Te amamos.



LAS TARJETAS NAVIDEÑAS DE ALY PÉREZ

Una de las participantes del taller literario del Movimiento Cultural Zamora (1988?) era una joven de origen árabe. Me contó Rosana Hernández Pasquier que la joven la llevo de visita a casa de su familia. Lo primero que los padres de la joven quisieron saber era si, de verdad, su hija podía llegar a ser "poeta" porque si ella era poeta la familia había sido bendecida, algo así como que la familia tenía garantizada la salvación.  En ese momento, yo pensé que mi cultura no le daba el lugar debido al oficio de la palabra, ya que nuestros parientes no siempre celebran la escogencia de un oficio tan poco lucrativo. Años más tarde, y tras la partida de tantos poetas, he entendido que para nuestra cultura la trascendencia del oficio poético no está en los lazos familiares consanguineos sino en los brazos filiales que la vida te depara en su devenir. Para nosotros, tener un amigo poeta es tener la llave que abre todas las puertas, es estar encaminados con certeza en el camino ancho, próspero e infinito hacia todas las divinidades.


Aly Pérez era poeta y era pintor y tenía muchos amigos. Cada navidad,  Aly nos obsequiaba tarjetas a todos. Tarjetas artesanales, hechas con el arte del color y el afecto de sus manos. Algunas son tan particulares que resulta imposible digitalizarlas (como aquellas largas telas sostenidas de dos bambús, al modo de los pliegos orientales). Hoy quiero presentarles algunas de las tarjetas que el poeta me obsequió para mi felicidad.


Bemsellah elrohman elrahim




(Si quieres verlas detenidamente, haz clic en la pausa y ve pasándolas con la flecha una a una)

LA CANDIDA ERENDIDA BAR

     Estuve allí. No recuerdo el año con exactitud, creo que era el noventa y seis, pero lo más importante fue que llegué a la espesura, a la neblina que cubre a la ciudad de los Teques. Iba, como en muchas otras oportunidades, invitada, o de las manos de mi comadre, amiga, hermana Kristel Guirado y de mi amado amigo Oswaldo González. Ambos, para gloria del señor y nuestra, acreditados escritores.
     Mis panitas habían organizado varias actividades en el Complejo Cultural de la capital mirandina. Entre ellas ésta que si la memoria no me falla era una exposición de fotografía sobre el beso, inolvidable. Enmarcados los trabajos fotográficos en cartones de huevos ¡qué maravilla! Y los mismos pendían de un hilo de nylon, flotaban en una especie de danza de lo más nife, gracias a la incurable irreverencia de Leonardo Vivas Marchena (Leíto).
     En medio de aquel acto cultural nos encontrábamos en calidad de escribanos de poesía, el poeta William Osuna y yo. Y digo escribanos porque fungíamos como una especie de funcionarios de la palabra. Me explico mejor: nuestro papel consistía en complacer las peticiones de la gente. Escribir un poema según el antojo manifestado por el solicitante. Es decir, poemas para todo tipo de ocasión. Para el día de la madre, del padre, de la secretaría, de los enamorados; también poemas fúnebres, declaraciones amorosas, reclamos, días de cumpleaños, día del menor trabajador, fechas patrias, de divorcio y pare de contar. Además debo apuntar que éste era un sueño acariciado constantemente por Aly Pérez y por mí. Sentarnos en la plaza Bolívar de Villa de Cura, dotados de una mesita y ofrecer poemas según la necesidad a cambio de una modesta colaboración.
     Bueno, regresemos al tema. ¡Qué grato fue todo! ¡Qué bueno! Y lo mejor es este regocijo. Esta fiesta de la memoria que se jacta de repetir sin cansancio, como en una película, lo vivido. Lo cierto fue que allí estuvimos al lado de algunos funcionarios de caras largas, escribiendo papelitos, inofensivos poemas, abrazando a los asistentes, acompañados del poeta Pablo Molina, Yurimia, Gema, Gioconda y otros amigos de mis amigos. Así transcurrió más o menos la primera parte de este encuentro.
     Luego vino lo supremo. Para que todo fuese más gratificante y literario. Más amoroso y reconocimiento puro, comenzamos a descender, como corresponde a todo acto trascendente. Bajamos las escaleras nada más y nada menos que para llegar al botiquín. ¡Qué lujo! LA CÁNDIDA ERENDIRA BAR. Uno de los mejores tributos a nuestro premio Nóbel. Un establecimiento creado y diseñado por Kristel. Abierto sempiternamente. Se llega al mismo por diversas vías. Las físicas, las espirituales, las espirituosas y las virtuales. Se encienden sus luces en la memoria y se materializa su espacio en cualquier lugar donde la evocación traiga su atmósfera.
     Unos detalles más: Gioconda, su voz quebrantando más la niebla. El poeta Osuna de negro, encendiendo los faroles de la bohemia con un clavel prendido entre los labios. Yurimia en el acto solidario de quien brinda su casa con la facilidad de quien alza una copa. Oswaldo y Kristel, amigos del alma, entrañables. Kristel, la dueña de La Candida Erendida Bar, siempre.
     Salud, porque yo estuve allí. Porque pertenezco a esa encendida y amorosa barra.

Aly vs. Oswaldo (o las tremenduras del flaco Alberto)

En una oportunidad, Oswaldo González envió dos poemas que me dedicaba al suplemento cultural del diario "El Periodiquito". Aly Pérez, por su parte, también había enviado otro poema, con una dedicatoria similar. El poeta Alberto Hernández, editor del suplemento, (por cierto, nacido bajo el signo de Escorpión), decidió jugar una broma (¿a ellos, a mí, a todos?) y publicó todos los poemas juntos. Yo creo que el flaco Alberto imaginó en llanero nuestras caras y se rió en llanero cuando las vio. Especialmente, se rio el poeta con la cara de Oswaldo: "poeta, pero los míos tienen la letra más chiquita"; a lo que el poeta constestaba "a pués, porque son dos Oswaldo, son dos". Si hacen clic sobre la imagen que está abajo, podrán ver el recorte con los poemas que mi mamá guardó por muchos años para reírse de nosotros (mi mamá también era escorpión):
La verdad es que, para mí, el motivo de mayor asombro fue la ilustración que el poeta eligió para la publicación. Cada vez que veo el gato al lado de los poemas me digo: "Coño, hay que ver que Alberto sí nos supo joder".

Mi comadre Rosana


Rosana Hernández Pasquier, con quien la vida me ha dado la dicha de compartir más de 20 años de amistad, es además mi hermana y mi comadre (Rosa es la madrina de mi hija Ariadna). La vida nos ha dado la oportunidad de compartir momentos in: innumerables, incontables, insólitos, inciertos y hasta indescifrables (Nunca tendremos certeza, por ejemplo, sobre las razones que motivaron una sentida lectura de Castillo Zapata que hicimos juntas en una camioneta de transporte público, atrapadas en una tranca en la vía de Turmero-Maracay, para el susto y el asombro de los pasajeros y del conductor, especialmente este último, que nos llevaba detrás y no entendió nunca -tampoco nosotras hoy día- por qué llorábamos inconteniblemente. Tampoco hemos podido explicarnos por qué afirmábamos, juntas y a un mismo tiempo, que la canción "Candil de Nieve" tenía otra estrofa, "muy bonita, más bonita que las otras" y la repetíamos a dúo, también para asombro de quienes nos miraban boquiabiertos). Rosana y yo fuimos protagonistas (junto a un staff de poetas, casi todos aragüeños o residenciados en) de una vida de película que podríamos titular, en el buen sentido (el único), "Vagancia City". Bella época, cuando los artistas disponíamos de tiempo para crear, tiempo para vivir y tiempo para expresarnos. Bella época en la que sólo necesitábamos unas pocas monedas para celebrar la palabra. Ahora, que la distancia y "la adultez" nos limitan las ganas (no el sueño), cuando la memoria me asalta, busco sus libros y la leo. Recuerdo su casa de puertas abiertas, su maravilloso don de anfitriona, las lecturas sobre su cama, las caminatas y las tardes de café. Entonces, como diría ella, la nostalgia es "una trepanadora al hígado" que me lacera hasta el llanto.

Ritual de cafetín

Aquellas conversaciones en el Cafetín Italia
el ritual del marrón sobre la mesa
yo te decía que estábamos en Estambul

Brillábamos por el bochorno
que es la Villa de San Luis Rey
o el día tórrido de Estambul

El verano ardía de un golpe en tus ojos
y estabas agotado de cruzar tanto piélago
en la geografía cuadrada de la mesa

Rosana Hernández Pasquier
(Del libro El envés de los días)

Reciéntemente, mi amiga me envió por correo electrónico la siguiente dirección: Blog de la poeta Rosana Hernández Pasquier. Allí están sus poemas y publicaciones para el goce de todos los lectores.


Amanecer con David

De las muchas noches que David Altuve me dio cobijo en su casa, recuerdo especialmente una de 1999. Sentados en la extrecha vereda de su barrio, fumábamos y bebíamos café mientras esperábamos la mañana. Cuando ésta comenzó a llegar, notamos que, en esa época del año, el sol se levanta detrás de un cerro que no atinamos a definir (¿Pan de Azúcar?). Todavía reinaba la noche en las casas que cubrían el cerro y las luces aún permanecían encendidas. Detrás, el resplandor del sol. Entonces le dije: "Parece que alguien le hubiera abierto huequitos al cerro con el dedo y que la luz se estuviera colando por ellos". La siguiente vez que nos vimos me regalo este poema.

Amanecer

Siempre creí que eran luces
de casas pobres
              del barrio
pero esa noche
              cierta y perfecta
me confesó
              conjurada
que eran huecos
horadados por ella
para que amaneciera
más temprano
David Altuve

De cómo conocí al poeta José Manuel Morgado

Una tarde del 23 de febrero de 1994 tuve el placer de conocer al poeta José Manuel Morgado.
J.M. es y será uno de los poetas más importantes de la Villa de San Luis Rey de Cura, mi pueblo. Al poeta le habían hablado de mi diminuta existencia algunos de mis amigos, los poetas Aly Pérez y Rosana Hernández Pasquier, el pintor Elías Álvarez, y mi director de teatro Orlando Ascanio. En cambio, a mí me habían hablado del poeta desde que nací. Todos lo conocían, mis amigos, mi familia, mis profesores, en fin, todo el pueblo. Especialmente mi padre me había hablado del poeta. Cuando yo decía que mis amigos eran poetas, mi papá me respondía "poeta es el poeta Morgado". Mi papá me contaba que se reunía con él en la Plaza Miranda de La Villa; y las veces que llegué a casa con una nueva edición de los "folleticos" del poeta, ya mi papá tenía una con la firma y dedicatoria en la primera página. Sin embargo, J.M. no sabía que yo era hija de mi papá, no sabía que mi papá era mi papá. La tarde que acordamos conocernos, el poeta se enteró casualmente de esta filiación y llegó a mi encuentro con un texto titulado "Pero sí...". Días más tarde, el poeta Alberto Hernández lo publicó en el suplemento cultural de "El Periodiquito". Haz link en la imagen para compartir contigo este texto del poeta.


Abro las ventanas


Abro las ventanas

y escribo en las aldabas
y en el hilo que tejen las arañas

Sobre una mancha de la madera
en el vuelo de los cigarrones
en esta chispa de candela

Escribo en la cola del perro de la casa
los recuerdos de mi madre
y su olor a cebollines


Escribo y me hundo en este llano
entre las rendijas del saguareque
encallado en los rincones
de la caña brava
Escribo
y todavía

soy un acorralado de las tejumbres.

Jesús Morín Pereira
(Enviado vía correo electrónico por Rosana Hernández Pasquier para el deleite de todos)

«Un crítico dijo un día de mí que yo escribía con el temperamento. ¿Quién puede escribir con el temperamento? Con el temperamento sólo se puede amar u odiar, matar o morir. Pero es verdad que tampoco escribo con la razón. Escribir es una función compleja y consiste, para mí, en dirigirme a los que no quieren escuchar, a los que no han escuchado antes. Poco se conseguiría de esta gente con la razón y poco también con la voluntad. Yo tengo que hacer uso de una facultad más o menos secreta, que carece de nombre todavía, pero merced a la cual recibo ondas de los niveles más oscuros y hondos de la vida y las transmito a esos que no quieren escuchar y que tal vez no han escuchado antes realmente a nadie.»


Ramón José Sender, La orilla donde los locos sonríen (1957).